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Por David M. González B. (*)
Ponencia presentada en Primer congreso Nacional de Astrología, Bogotá, Colombia. Octubre 1999.


LA ARQUITECTURA COMO ANALOGIA DEL COSMOS
Todo arte refleja una cosmogonía, y en toda arquitectura se hace evidente la analogía entre la gran morada que rodea al hombre y la pequeña en la cual habita.
Así pues, si la arquitectura es la principal de las construcciones (gr. arkhitekton: arkhein y tekton), tiene sentido pensar que bajo la noción de proyecto –la cual contempla la visión total del edificio antes de su construcción– el orden de la cultura edilicia se hace evidente como entendimiento de su entorno. Allí es donde la sabiduría tradicional de los pueblos, generalmente cifrada en símbolos, juegos y leyendas, revela las causas primeras de aquellas respuestas formales tectónicas.
Ante nosotros se hacen presentes construcciones levantadas hace siglos que evocan rituales donde todos los elementos, desde el templo hasta la ceremonia, integraban la comprensión de la compleja armonía cósmica, y daban cuenta de la génesis del pueblo, su sentido y fin, el motivo de su ser y el modo de obrar coherentemente frente a tales pautas reguladoras. La arquitectura no ha sido indiferente ante tales expresiones y requerimientos; así, ha labrado en sí misma, de forma tangible y haciendo caso omiso al tiempo, aquellos principios que permiten su representación, convirtiéndose incluso en imperecedera fuente didáctica de difusión popular, la cual aún nos trae ecos de remotas lecciones.
La observación del cielo y su interpretación encuentran en la piedra un nuevo lienzo donde plasmar su lúdica; incluso llegan a dominarla rigiendo su disposición y su forma para imprimirle la geometría de la razón, transformando su "desprevenida" apariencia primeriza en testigo del acto creativo humano y su entendimiento. En menhires, pirámides, catedrales o ciudades, más allá de la simple evidencia de su asombrosa existencia, es la voluntad del hombre, dominada por su interna organización del cosmos, la verdadera protagonista.

UN ELEMENTO DE ORIENTACION
Mircea Eliade afirma respecto del hombre arcaico que "los objetos del mundo exterior, tanto, por lo demás, como los actos humanos propiamente dichos, no tienen valor intrínseco autónomo. Un objeto o una acción adquieren un valor y, de esta forma, llegan a ser reales, porque participan, de una manera u otra, en una realidad que los transciende." [1]. Así, los objetos, o las construcciones son investidas por significados que reflejan inquietudes cosmogónicas culturales, inmediatamente referidas a hitos de ubicación en la tradición, siempre relacionados con su concreción espacial. El hombre ha intentado desde siempre encontrar objetos cercanos que lo remitan a conceptos cosmológicos para su ubicación, ordenando así el caos que descubre como estado inicial.
Son numerosos los pueblos que hallan en su cotidianidad un paralelo con aquel arquetipo territorial mítico de su tradición, y es allí donde suelen ubicar su Axis Mundi, punto referencial indispensable que, lógicamente al estar estrechamente relacionado con su entorno, se vincula directamente con el cosmos y con su manifestación inmediata: los astros.

Un lugar para la observación
La sola localización de una construcción indica reflexión sobre el lugar elegido en relación con el medio que la rodea. La orientación del portal de una pequeña capilla medieval o el complejo cálculo para la implantación geográfica de la pirámide de Keops [2] son matices del mismo principio astrológico: la observación del firmamento y su registro.
Relacionar día y noche con los principios masculino y femenino, los puntos cardinales con los cuatro elementos, o líneas imaginarias en el cielo con seres mitológicos son operaciones que encierran un valor significativo; pero hacer que tales conexiones rijan el proyecto de una construcción y su decoración implica ya un conocimiento particular del tema y una fe especial en dicho orden. Y si encontramos coincidencias en culturas distanciadas geográfica y temporalmente es aún más sospechoso el conocimiento de tales patrones reguladores.
Desde siempre, lugares como Stonehenge, Machu Picchu, Chavin de Huantar y muchos más han asombrado al hombre por la evidencia de la observación, comprensión y uso de los ritmos celestes. Herederos de tales inquietudes han ido más allá, afinando el sistema de registro e igualmente haciendo propuestas donde la arquitectura ha encontrado siempre su papel como ordenadora cósmica y como mediadora entre el modelo de universo y los productos formales de éste. Egipcios, sumerios, hebreos, griegos y árabes, cada uno en su momento, fueron aportando a la historia progresiva de la astrología occidental precisión en el sistema, mientras culturas como la americana o la oriental hacían lo suyo, aunque coincidiendo todas en lo fundamental, siempre reflejado en sus monumentos y edificios.
La ciencia de los astros como paradigma se conservó en cuanto a su intención, aunque permitía flexibilidad en la expresión de sus contenidos, Así fácilmente encontró en el mundo cristiano modos de manifestación, floreciendo al interior de su mitología y contagiando a sus militantes más inquietos.

El templo como centro
Como residencia divina el templo es el centro del universo y a partir de allí lo ordena según los puntos cardinales. El edificio tiene la propiedad de reunir y anclar los elementos del cosmos que permanecen en constante actividad; es su estado de equilibrio atemporal. Así, sus residentes y visitantes deben estar en igual disposición de alma para ser a su vez dignas moradas del Dios.
El templo sagrado, en casi todas sus manifestaciones, tiene como tema formal fundamental la vinculación del cielo con la tierra; su representación es la transformación del círculo en cuadrado, o de la esfera en cubo. Es la relación entre la unidad y su manifestación, entre lo inabarcable y lo mensurable, lo activo y lo pasivo. En esta presencia consciente del hombre en su entorno encontramos otra dimensión de la analogía propuesta en cuanto a su morada externa e interna y su arquitectura: el templo revelará la visión cosmológica de la cual son producto él y la divinidad que allí reside; empleará aquellos hitos referenciales que remitan a su cosmogonía; y recordará al observador su papel dentro del orden manifestado. Allí la proyección del sentir del hombre en los astros encontrará feliz alianza con la construcción, siempre bajo la aprobación de textos que fundamentan la doctrina rectora.

El templo como icono y los iconos del templo
En la doctrina cristiana vemos cómo Dios, por medio de Salomón, hizo su casa, indicándole forma y proporciones a través de la geometría misma. Esto constituyó la base ideal para la erección de templos desde el medioevo. La iglesia física como representación de la Jerusal& eacute;n celestial viene a ser un símbolo icónico, desde las lecturas bíblicas hasta las interpretaciones populares, que se remontan a las gestas templarias como portadoras de dicha tipología. La Iglesia de Santa Sofía en Constantinopla, por ejemplo, repitió en el momento de su construcción las proporciones que el modelo salomónico del libro de Reyes indicaba para la morada del Señor: 6:2:3. (La reconstrucción de la cúpula por su derrumbamiento en el siglo VI desvirtuó tales medidas).
Probablemente el prototipo más copiado haya sido el de planta poligonal centralizada, evocando al Santo Sepulcro de Jerusalén, o quizá el producto de la visión de La Cúpula de la Roca, en el mismo lugar; lo interesante es el simbolismo que reviste la forma edilicia de la iglesia. Este modelo es contundentemente claro en la Iglesia de Tomar, construida en Portugal entre los siglos XII y XVI, en la de la Vera Cruz, en Segovia, España y algo menos en otras iglesia europeas[3].
Numerosas representaciones medievales de la ciudad amurallada de Jerusalén muestran también la forma circular, ahora aplicada al urbanismo, la cual se repitió hasta la saciedad en modelos que vieron su expresión más racionalista en las propuestas renacentistas.
En cuanto a los símbolos que se han usado en los templos, la iglesia cristiana no sólo ha encontrado enormes similitudes con la tradición hermética sino que la ha asimilado de forma asombrosa. Numerosas catedrales levantadas en los albores del milenio que vemos morir fueron crisoles donde esta simbiosis tuvo lugar. Por mencionar sólo un ejemplo, baste con pormenorizar la riqueza icónica de la Catedral de Chartres: la talla del Pórtico de La Virgen se refiere a correspondencias entre el zodiaco y los trabajos manuales, lo mismo que las figuras en sus rosetones, o el dibujo del laberinto en su interior. El conocido trabajo de Fulcanelli ha iniciado numerosas investigaciones al respecto, que hoy se deslizan por el campo de la semiótica del arte, más allá del popular hermetismo [4].
Los trazados para la construcción del templo hindú se remontan a la tradición del Vastu-Púrusha-mandala, basados principalmente en la orientación, hoy entrevelada bajo ciertas tradiciones populares [5]. Entre estos gráficos y el del rasi, empleado para la graficación de la carta astrológica, hay enorme similitud.
El Vastu-Púrusha-mandala es un diagrama cosmológico; "...fija y coordina los ciclos del sol y la luna, ciclos fundamentales cuyos ritmos divergentes describen el tema infinitamente variado del devenir." [6]. Estos movimientos, representados bajo el mandala de 64 cuadrados, encuentran otros modos de cristalización en el símbolo de la ciudad sagrada o en el tablero de ajedrez.
Tampoco es gratuita la reiteración sobre el tema del infinito en su decoración, que trata de disolver la individualidad, rememorando el inagotable sueño de Maya.
En el arte musulmán la noción del orden regulador es tema protagónico. En su necesidad de expresar la idea de unidad llegan a la abstracción evitando la figuratividad, más si de representar a la divinidad o al Profeta se trata. Así pues, esta visión cosmológica lógicamente remite a la reflexión del pueblo frente al firmamento, lo cual redunda en sus adelantos astronómicos y astrológicos de los cuales aún nos beneficiamos.
En el Extremo Oriente también se puede apreciar la coincidencia entre el tema regulador cósmico y la arquitectura. Así como la pintura de paisaje tiene en "la montaña y el agua" su tema fundamental, la arquitectura "del viento y del agua" (Feng& ndash;Shui) es base para el diseño de sus construcciones, tanto en sus elementos como en su orientación.
Las correspondencias entre trigramas pertenecientes al I Ching y puntos de la rosa de los vientos (expresado en los Pakua de Fu Shi y del Rey Wen) nos recuerdan una vez más la simultánea importancia que dan las culturas a la localización de sus edificios. Además de esta función recordemos que existen una serie de correspondencias entre lugares, astros, colores, temperamentos, etc. en la cosmología china de forma similar a la occidental.
Por último, y sin agotar el tema, las ruinas que hoy podemos visitar de las culturas americanas no sólo dan prueba de la magnificencia de los pueblos en cuanto a dominio constructivo; son también documentos vivos donde la observación celeste se hace presente. El descenso de la serpiente en las pirámides mexicanas gracias a la posición del sol en los equinoccios, o las proporciones y orientación de ciudades peruanas, así como la relación entre ellas, se suma a la lista de testimonios dejado por culturas que desde siempre han comprendido la estrecha relación entre las indicaciones de los astros y el transcurrir de la vida en la tierra.

LA ASTROLOGIA COMO HERRAMIENTA DE DISEÑO
El simbolismo de los constructores

Hasta nuestros días llega la obra de Vitruvio Los diez libros de arquitectura [7], escrita durante el siglo anterior al nacimiento de Cristo, siendo probablemente uno de los primeros tratados que formalmente se dedicaba a las artes liberales. Al revisar los capítulos que componen el texto nos encontramos no sólo con instrucciones precisas útiles para el constructor, sino además con conocimientos que el autor consideraba debería tener el arquitecto: el dibujo, la geometría, la óptica, la música, la medicina, la química, e incluso la astronomía aparecen en diversas maneras dentro del escrito, siendo este último tema protagonista de uno de los libros.
Vitruvio pretendió ilustrar por medio de un tratado de gnómica la observación de las constelaciones y planetas, a la vez que daba indicaciones sobre la construcción de relojes solares y de agua. Sus anotaciones, aunque bajo una lectura desprevenida parezcan quizá proto-astronómicas y con el fin último de la medición horaria, trabajan conceptos más profundos, obviamente relacionados con las medidas y proporciones indicadas en los demás capítulos. Baste con las numerosas alusiones a los autores griegos o el hecho de emparentar el concepto gnomónico con las observaciones celestes del momento para comprender la magnitud de lo velado tras las indicaciones "meramente" técnicas del romano.
Esta misma conciencia del conocer las fuerzas de la naturaleza que rigen la obra del hombre se ve en muchos más constructores, de algunos de los cuales ya hemos dado cuenta. Quizás un ejemplo que me sirve para contrastar con la obra de Vitruvio por su datación, sus circunstancias y resultado es el Monasterio de El Escorial, en España.
En esta obra de Juan de Herrera se encuentran cifrados conceptos no sólo astrológicos sino también filosóficos, alquímicos y mágicos de su tiempo. Basta con una ojeada a los títulos que poseían las bibliotecas de Felipe II, monarca que encargó la construcción del edificio, y de su arquitecto para que salten a relucir los nombres de Hermes Trimegisto, Zoroastro, Pitágoras, Marco Manilio, Alquindi, Abu Masar, Alcabatio, Abraham Hebreo, Juan Hispalense, Miguel Escoto, Guido Bonati, Ramón Llull, Alberto Magno, Ficino, Jerónimo Cardano, Lucas Gaurico, Iovano Pontano, Joaquín Cameraria, John Dee y Guiordano Bruno – aunque en la península tenían sus reservas contra él por su actitud antiespañola– entre otros dedicados a los oficios herméticos [8].
La decoración superior de la biblioteca, donde en su momento se estudiaron estos libros, es un fresco ilustrativo de las siete artes liberales, lo cual subraya lo expuesto. Pero de todo lo referente a la construcción del monasterio es el trazo de su proyecto lo que más llama la atención: la planta del edificio revela la superposición del cuadrado, el círculo y el triángulo equilátero, formas geométricas relacionadas con el esoterismo cosmológico desde siempre. También coincide con puntos importantes de la construcción el trazo del Quadro o la Estrella de Salomón, figuras que remiten inmediatamente al esquema zodiacal. Además, teniendo en cuenta que algunos autores atribuyen el proyecto de El Escorial a la serie de reproducciones del Templo de Salomón, no es de extrañar la mezcla de los conceptos principalmente lulistas con los cristianos, gracias a la voluntad del Rey "bajo cuyos dominios no se ponía el sol".

Esquemas rectores: variaciones culturales en el proyecto arquitectónico
La figura del Hombre Cósmico inscrita en la planta de una iglesia católica y el mismo hombre en relación con el círculo y el cuadrado en la imagen de Da Vinci me sirven como referencia para ilustrar de nuevo la analogía cosmos–arquitectura, ya que pone a la razón como protagonista en el proceso de diseño.
Las conexiones hechas entre eventos celestes y cotidianos encuentran sustento común en las explicaciones cosmológicas, las cuales rigen de la misma manera a la arquitectura, como se ha demostrado. Hacer que tales relaciones se traduzcan en planos y espacios es responsabilidad del arquitecto, así como el no hacerlo, ya que por acción u omisión se está afectando de forma determinante a quienes se relacionen con el edificio, lo mismo que al entorno en que se inserta la obra. Aunque es un campo que hasta ahora empieza a dar frutos, el estudio no sólo histórico sino vivencial de la astrología aplicada a la arquitectura es necesario, más teniendo en cuenta la conciencia que la humanidad está adquiriendo en estos tiempos tan contradictorios [9].

Casas y habitaciones
Las relaciones entre el zodiaco y lugares geográficos, tipos de edificación, partes de la casa, elementos de construcción o medidas y proporciones han sido tocadas de forma diversa por la astrología y la arqueometría [10]. Es claro que el sistema cosmológico da cuenta en sus doce temas de todas las variables que intervienen en el proceso de construcción y habitación; incluso de aquellos factores que traen los nuevos tiempos dada la aparición de también nuevos significadores.
Gracias al estudio del tema natal es posible el tratamiento de un edificio y sus ocupantes: la construcción y las personas poseen rádix relacionables y por tanto campo de trabajo astrológico.
Propuestas con estructuras argumentales cerradas [11] podrían entender el algoritmo sistemático que se realiza desde la generación del proyecto hasta la destrucción del edificio como un símil del la secuencia zodiacal: Aries representaría la idea primera del proyecto, Tauro la adquisición del terreno, etc. Sin embargo, bajo puntos de vista más pragmáticos, la regencia de las diferentes actividades no conservaría necesariamente dicho orden: Acuario tendría a su cargo la labor del diseño, Capricornio su cálculo, Libra su dibujo (con los detalles expresivos, ambientes, perspectivas), etc. Al respecto puede abundarse demasiado; por el momento una investigación contrastada entre modelos (occidentales y orientales, antiguos y actuales [12]) con la comprobación práctica se hace cada día más necesaria en un campo que, como hemos visto, desde siempre ha preocupado a la humanidad; pero que se encuentra descuidado dado que el mundo académico le ha dado la espalda por el predominio de la visión positivista, aún a pesar de sus más evidentes descalabros.

(*) Arquitecto y Máster en Historia y Teoría de la Arquitectura por la Universidad Nacional de Colombia; Máster en Restauración Arquitectónica por la Universidad Politécnica de Madrid. Presidente de la Asociación Colombiana de Cosmobiólogos Asocosmos. Profesor e investigador universitario.
(1) ELIADE, Mircea. El Mito del Eterno Retorno. Alianza. Madrid, 1992. p.14.
(2) Matila Ghyka expone claramente la relación entre la posici& oacute;n de la gran pirámide egipcia en cuanto a su latitud y longitud en relación con determinadas proporciones terrestres y con el Año Cósmico propuesto por Drayson. GHYKA, Matila. Estética de las Proporciones en La Naturaleza y en Las Artes. Ed. Poseidon. Buenos Aires, 1953. Cap. VIII.
(3) Una explicación más detallada sobre esta cuestión y su desarrollo hasta las propuestas utópicas contemporáneas en: RAMÍREZ, Juan Antonio. Edificios y Sueños. Ed. Nerea. Madrid, 1991.
(4) FULCANELLI. El Misterio de Las Catedrales. Ed. Plaza y Janés. Barcelona, 1967.
(5) BURCKHARDT, Titus. Principios y Métodos del Arte Sagrado. Ed. Lidiun. Buenos Aires, 1976. p.21.
(6) Idib. p.24.
(7) VITRUVIO, Marco Lucio. Los Diez Libros de Arquitectura. Ed. Iberia. Barcelona, 1955.
(8) TAYLOR, René. Arquitectura y Magia: consideraciones sobre la idea de El Escorial. Ed. Siruela. Madrid, 1992.
(9) Para un tratamiento más amplio del tema: LAWLOR, Robert. Geometría sagrada. Madrid: Editorial Debate, 1996.
(10) D’ALVEYDRE, Sait-Yves. El arqueómetro. Editorial Solar. Bogotá, s.f.
(11) Me refiero a visiones del corte de Lisa Morpurgo o Boris Cristoff. MORPURGO, Lisa. Introducción a la Astrología. Plaza y Janés. Barcelona, 1974.; CRISTOFF, Boris. El Destino de la Humanidad. Ed. Marínez Roca. Barcelona, 1981
(12) Existen trabajos desarrollados con base en la astrología sideral y que en India son ahora tenidos en cuenta en el diseño. Destaco por su precisión las consideraciones hechas por C. H. Gopinatha Rao. Entre sus publicaciones: C. H. GOPINATHA RAO. Astrology in House Buildings. Tamil Kadal Pathippagam. Nandanam, 1986