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Categoría: Artículos
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Por David Bustamante S. Cartagena de Indias (Colombia)

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EL TALENTO DE UN ASTRÓLOGO

 

En el Prólogo de su gran Manual de Astrología Moderna (2004. KIER), el maestro

Eloy Ricardo Dumón sostiene:

Para practicar este arte, el astrólogo no necesita tener un don innato especial, aunque una mayor sensibilidad e intuición ayudan en el proceso de la comprensión”.

El célebre ocultista y astrólogo francés Henri Selva (quien codificara las determinaciones astrológicas de Morinus en 1902 en París), por su parte, sostiene en su Traité Théorique et Practique d’Astrologia Génethliaque:

Como toda ciencia y todo arte, la astrología exige para su práctica provechosa ciertas disposiciones naturales, comúnmente llamadas «talentos». Las propiedades necesarias, en primer lugar, para un buen astrólogo, son la sagacidad y el sano juicio”.

Selva nunca nos aclaró qué debíamos entender por «sagacidad» y por «sano juicio». No obstante, con relativa prudencia podríamos formular las definiciones correspondientes. A mi modo de ver, «sagacidad» haría referencia a la capacidad del intérprete para alcanzar los niveles de profundidad necesarios durante la lectura de una Carta natal. A propósito, sostiene la Real Academia Española (RAE): “1. adj.

Astuto y prudente, que prevé y previene las cosas. 2. adj. Dicho de un perro que saca por el rastro la caza. 3. adj. Dicho de un animal que barrunta o presiente algo”. La sagacidad es la cualidad que define los alcances de quien la posee. Mientras un buen jugador de fútbol se desmarca a uno o a dos defensas, uno sagaz logra desmarcarse a tres o a cuatro (Maradona, Pelé, Messi, Ronaldinho, Ronaldo o, en baloncesto: Michael Jordan, Kobe Bryant, Kyrie Irving, Steph Curry). Así las cosas, mientras un buen astrólogo describe con propiedad la caracterización de un individuo a la luz de su Carta natal, un astrólogo sagaz describe también la caracterización de sus allegados a través del método derivado (entre otros ejemplos también pertinentes). Con relación al «sano juicio», a su turno, considero que deberíamos entenderlo como la capacidad de discernimiento del intérprete, es decir, a su aptitud para distinguir las regencias entre signos, cuerpos celestes y Casas. Léase bien, pues no me refiero aquí a concebir estas tres cosas como entidades separadas. No, no estoy criticando a quienes equiparan estas tres cosas: me refiero a las cosas que, cada signo, Casa y cuerpo celeste rige o gobierna “in his own right”. Pocos reparan, por ejemplo, en advertir que, mientras Virgo rige el intestino delgado, Escorpio el grueso, pues acostumbran a atribuirle a Virgo “los intestinos”, cuando no son “los” sino “el” (solamente el delgado). El sano juicio también nos indica que Júpiter y Sagitario rigen el Derecho o las leyes desde la perspectiva de la defensa, mientras Saturno y Capricornio desde la perspectiva del ente acusador (fiscal, Estado). El sano juicio permite hacer estas y mil y un distinciones más, pero de él depende, además, nuestra comprensión sobre la naturaleza de las cosas. Sin dicha comprensión, difícilmente podremos hacer esas y otras distinciones.

Retomando las consideraciones de los maestros con relación a los talentos con los que debe contar el intérprete, agrega el autor de Astrología Racional (1944. KIER):

Quien disponga de ambos dones logrará con seguridad más de un éxito en astrología. Quien aspire a maestría, sin embargo, deberá contar con un tercer y, a mi parecer, más importante don: la «intuición», que, aunque es de carácter trascendental [...], se emancipa en mucho de lo que vulgarmente se entiende por la palabra «trascendental»”.

En un curso que actualmente imparto, le explico a los alumnos que la lectura de una Carta natal comporta una facultad cognitiva especial, lo que, en primera instancia, nos sonaría relativamente contrario a lo que sostuvo Dumón: “[...] el astrólogo no necesita tener un don innato especial”. Pienso que sí, si bien no me refiero aquí a la clarividencia ni a cosa que se le parezca o confunda, pero sí habrá de contar con un desarrollo amplio y suficiente de ambos hemisferios cerebrales: izquierdo (lógica o pensamiento lineal; cúmulo de conocimientos) y derecho (intuición o pensamiento no lineal, facultad reflexiva y psíquica o, como lo sugirieran lo árabes, la conexión con la Consciencia Superior o Dios). Sostengo, sin temor a equivocarme –y aunque incomode a muchos colegas–, que el astrólogo siempre será mejor cuanto de más sensibilidad psíquica disponga, a estrecha semejanza de como lo sugiere o parece implicar el Dr. Weiss. Se trata de una capacidad relativamente extrasensorial que guarda estrechas semejanzas con el mecanismo de acción del melón de los cetáceos odontocetos (delfines, etc.), mejor conocido como «ecolocación». El melón es un órgano adiposo o graso (Venus, Neptuno) ubicado en la parte anterior del cerebro de estas criaturas, el cual emite ondas de sonido que, tras entrar en contacto con objetos a kilómetros de distancia, se convierte en una nueva onda que regresa al melón para ser traducido por el cerebro en una imagen del objeto (pescado, persona, barco, roca, etcétera). Se piensa que el hemisferio derecho del cerebro aguarda el mismo potencial, comúnmente denominado «intuición», que no es superstición sino una forma de razonamiento ajena al razonamiento natural del hemisferio izquierdo (lineal). Solo un hemisferio derecho suficientemente desarrollado puede experimentar o sentir la vibración energética de los astros1 en determinados signos, identificando con precisión la naturaleza específica de su comportamiento en la Casa en que se encuentra a la luz del signo con cuya ropa se viste y de los aspectos que matizan los colores de la ropa, pues el conocimiento astrológico (hemisferio izquierdo) llevará al intérprete solo hasta x punto, a partir del cual necesita dejarse guiar por el hemisferio derecho o su “melón”, para poder ir más allá de lo que aparece a simple vista2.

Leer una Carta contando con esta facultad es similar a escuchar la versión de una persona sobre determinados hechos y, por el tono de voz, los gestos u otros indicios racionalmente indescriptibles, juzgar que miente o que no lo está diciendo todo. En esta sensibilidad descansa la sagacidad, por no mencionar que la capacidad cognitiva de la síntesis astrológica (análisis simultáneo de todos los elementos constitutivos de una Carta natal) requiere una gran concentración, determinación (especialmente durante el análisis derivado), para poder sumergirse en las profundidades de la Carta como la luz del sol penetra la superficie del agua. Durante dicha concentración mental, ambos hemisferios cerebrales, derecho e izquierdo, se encuentran funcionando al amparo afable e inequívoco de una efervescente cognición dialéctica.

En la medida en que la ciencia pueda adecuar un método de comprobación en mora de ser reformado, no solamente la astrología emergerá del suelo como lo hacen los árboles cuando sus raíces fueron bien cultivadas: también el potencial extrasensorial del cerebro humano podrá ser probado, entre otras cosas igualmente.


1. El mecanismo de acción de los astros sobre la vida en la Tierra y en cada uno de los cuerpos celestes se sustenta en una relación astrofísica (bioquímica). Esto hace parte de mi tesis sobre la validez científica de la astrología, la cual consigno en mi Textos de Astrología Racional | Manual de consultantes y estudiantes (2019. Bogotá D.C. Editorial Solar). No obstante, recientemente descubrí una obra en la que ello fue insinuado por el astrólogo español Juan Estadella en su Las 7 pruebas de la astrología (2004. Buenos Aires. Editorial Kier), escrito en conjunción con Cristo Cristoff Naumova, mejor conocido como Boris Cristoff, astrólogo uruguayo. Véase la séptima prueba (capítulo) abordada en dicho libro: Las influencias planetarias y las ondas de radio.

2 No es mi intención desalentar al estudiante de astrología, pero sí poner de relieve que es una disciplina cuyo ejercicio no debe tomarse a la ligera y tampoco su estudio. Justo como señalara el maestro Weiss: “Jamás podrán reducirse las exigencias de la astrología a la altura intelectual del estudiante más allá de determinado punto, pues lo que se entrega vulgarizado a la multitud, merece cualquier nombre, menos el de astrología” (1944. Astrología Racional. Buenos Aires, Argentina. Editorial KIER).